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  • Angel

    Miembro
    29 de marzo de 2022 a las 11:31 pm

    La crisis de los cuidados es un factor que lleva años lastrando el desarrollo personal de las mujeres en la mayoría de culturas hegemónicas. En España, gran parte de la sociedad ha aceptado que son las mujeres quienes deben cuidar de los hijos/as, de los enfermos/as y de las personas mayores, como si fuera una obligación adherida a su condición. Por suerte, esta realidad cada día se va quedando un poco más atrás, pero sigue siendo un problema que está ahí. En el caso de la mujer migrante, este problema se agrava aún más, ya que además de estos problemas derivados de la repartición desigual de los cuidados, sufre discriminación institucional, a través de la Ley de Extranjería y de la falta de mecanismos de homologación académica de estudios; estos factores arrastran a la mujer migrante a un mercado laboral precario en condiciones económicas y derechos laborales. Este mercado laboral se reduce en muchos casos a labores del hogar, ya sea como limpiadora, niñera, cuidado de personas mayores o, incluso, todo junto a jornada completa, sin horario laboral, sin días festivos, conviviendo en una casa que no es tuya pero de la que te ocupas de todas las tareas sacrificando tu propio hogar…

    Existen multitud de estos casos y en muchos no hay si quiera un contrato de por medio, trabajan sin cotizar, sin estar aseguradas, llegando muchas a sufrir además todo tipo de abusos, a parte de los ya nombrados.

    Partiendo de que una sociedad justa debería tener un reparto equitativo de las tareas y los cuidados, la precariedad laboral que engloba este sector y en el que se ha aceptado la figura de la mujer migrante como la “trabajadora ideal” para prescindir de contratos, seguridad social, horarios y sueldos justos, es un hecho preocupante y sobre el que se debe incidir.

    La mujer migrante es la encargada de los cuidados de las familias españolas, a la vez que se ocupa de los cuidados de su propio hogar. Si a esto le sumamos el añadido de ser madre soltera, tenemos todos los factores necesarios para tener a una persona esclavizada al servicio de los demás, sin posibilidad a penas de mejora y desarrollo personal y/o profesional, sin ayudas institucionales y con todos los problemas que supone a nivel psicológico aceptar y aguantar esta situación en un país en el que, sin ser uno de los peores dentro del marco internacional, seguimos manteniendo actitudes racistas.

    Para terminar, recalcar las numerosas dificultades que ha traído la pandemia de la Covid-19 para las mujeres migrantes, quienes han sufrido más la falta de medios sanitarios para su trabajo, han sido despedidas sin más o han perdido la posibilidad de poder ir a trabajar, no han tenido opción de ERTE, etc…

    Estamos muy lejos del empoderamiento de la mujer migrante.